Coser papeles
La historia de El Casco es de reconversión. Durante los primeros años del recién estrenado siglo XX, sus fundadores se habían dedicado a la producción de armas. Esa misma precisión milimétrica, acabarían dedicándola para producir objetos que conquistarían el mundo entero.
Hola, soy @heypauet, diseñador y emprendedor, actualmente en Blockeniza. Bienvenido a Libra, una carta semanal donde diseño y humanismo se encuentran a ambos lados de la balanza.
En 1920, Juan Solozabal Mendive y Juan Olave, extrabajadores de la prestigiosa firma de armas Orbea, fundaron en Eibar la empresa El Casco.
En un primer momento, se dedicaron a la fabricación y comercialización de revólveres de alta calidad bajo el nombre Olave, Solozaval SRC, y tuvieron un éxito rotundo en el mercado de productos premium tanto dentro, como fuera de España.
El final de la Primera Guerra Mundial en 1918 había hecho caer las ventas de armas, así que los dos industriales debían buscar un nuevo producto que relanzara la recién creada empresa.
Solozabal y Olave buscarían un producto que se alejara de lo bélico pero que les permitiera mantener una plantilla especializada en esa industria, la maquinaria y la materia prima.
El giro de timón iría hacia los productos de oficina. Y fue así, como diseñaron un producto brillante al que llamaron "cosepapeles".
Nacía así la primera grapadora, con una original y robusta silueta de seta y un acero brillante.
En su afán por la perfección Juan Solozábal mencionaba a sus trabajadores que «La grapa debía desfilar por la grapadora con la misma precisión que una bala por el cañón de un revólver».
Os podéis hacer a la idea de la obsesión por la perfección mecánica que tenían en cada producto.Además, la grapadora incluía un tornillo antiatasco y un yunque giratorio que permitía al usuario hacer tres tipos de grapado.
El primer modelo de la grapadora, la M-5 se expone en el MoMa. No es para menos. Su diseño atemporal, la calidad mecánica y su fiabilidad y durabilidad, hacen de la M-5 un producto extraordinario.
El Casco es una de esas empresas españolas que han triunfado en el mundo. Con tradición artesana y con cariño por el detalle. Quedaos con el nombre, porque vendrán más cartas sobre ella.
La de El Casco es una historia de reconversión industrial. De construir máquinas de guerra, a fabricar máquinas de sosiego. No debe haber nada más satisfactorio que tener una buena misión, y poder mantener el cariño por lo artesanal, el cuidado y la perfección. Cambiar el desastre de la guerra, por el orden oficinista. Pasar de coser a tiros, a coser papeles.
Riqueza
El otro día recibía un correo de mi antigua universidad. Pensaba que sería por algún tema de Alumni, o cualquier comunicación despistada, pero no me esperaba lo que encontré.
El asunto del email rezaba: Préstamos actuales - existen ejemplares vencidos. Lo primero que hice fue extrañarme. Yo nunca jamás sacaba libros de la biblioteca. Siempre los leía allí, por eso de asignar espacios físicos a momentos mentales. Como el email no incluía más que un código del libro (sin nombre), tuve que hacer un ejercicio de memoria para saber qué libro era (que alguien arregle el backend de mi universidad, por el amor de Dios).
Al final conseguí recordar qué vieja gloria seguía aún en la estantería de mi casa de Alicante: un ejemplar de 'Camino a la servidumbre', de August Fiedrich von Hayek. Lo siguiente que pensé fue: casi que les hago un favor si no lo devuelvo, no vaya a ser que caiga en las manos de un ingenuo estudiante de primer año, y se vea tentado de convertirse a esta deshumanizada filosofía.
Eso me llevó a pensar en lo líquida que ha sido mi forma de pensar mientras he ido madurando. Si pudiéramos ver el carrete de mi vida, encontraríamos desde fotos en manifestaciones contra los recortes en 2015, hasta banderitas de la serpiente sobre amarillo chillón.
La última corriente que logré superar fue el racionalismo. Por un momento pensé que ya estaba, que había llegado a la filosofía superior a todas las demás. Lo cierto es que hay que ser muy necio, o tener el corazón muy negro, como para pensar que los sentimientos son el origen de los problemas. Igual de ingenuo que quienes creen que la felicidad de una sociedad se mide por su Producto Interior Bruto.
También en lo estético empiezo a notar que soy líquido. Quienes seguís Libra desde el principio, podéis haber apreciado una evolución. En las primeras historias, observaréis que todas las cartas hablaban del modernismo, la atemporalidad y la Bauhaus. En ese momento era lo que me interesaba. Con la llegada de la primavera me dio por interesarme mucho más en la cultura mediterránea. El enaltecimiento a la belleza como elemento purificador. El Barroco, Cádiz y Salitre ya eran una declaración de intenciones cuando cerré la primera temporada. En la segunda fui mucho más explícito y publiqué Inconsciencia, una historia que habla de Fortuny y cómo cabalgó entre el orientalismo, y el modernismo. El objetivo era, por supuesto, enaltecer la belleza del ornamento.
Esto es lo que me interesa estos días, la belleza, lo humano, los sentimientos.
Aún recuerdo una tarde de este pasado verano, en un chiringuito de la playa de Oliva. Yo hablaba con una chica que cumplía con el prototipo de lo que yo llamo 'chavalita/o dinámica/o'. Era ingeniera y consultora. Me contaba con la confianza de quien acaba de terminar su máster y entrado en el mundo laboral, lo encantada que estaba viviendo en Copenhague. Que le fascinaba la cultura de la gente de allí.
Quien estaba fascinado era yo, sonriendo impasivo y pensando para mis adentros
Vamos, si ir en bicicleta, llevar gafas de pasta y tener menos sentido del humor que un maniquí, es algo fascinante, el listón debe estar muy bajo. Esa gente no tiene gracia ni haciendo películas de sobremesa para Antena 3.
Mientras yo pensaba, ella proseguía hablando con condescendencia de lo muy superior que era la economía en Dinamarca, y de la mentalidad productiva de la gente. Y yo respondí que entendía lo que me quería decir, pero que últimamente yo sentía más atracción por la belleza que reivindicaban los países del sur, que por la productividad del norte.
“La prosperidad trae belleza” me dijo.
Esta vez la expresión de condescendencia la puse yo: “La belleza no se alcanza con dinero, sino con riqueza”.