La penúltima
Cuando era pequeño siempre coincidía con el clásico listillo que decía eso de "qué ganas de que llegue septiembre y volver a la rutina". No lo decía en voz alta, porque yo siempre fui un chico de buenos modales, pero para mis adentros pensaba "qué grises tienen que ser tus veranos para soltar esa frase de villano de película. Anda y búscate un pueblo".
Es posible que me esté haciendo mayor, que me esté convirtiendo en el clásico listillo (nunca en el villano), o que haya sido un cegato toda mi vida, pero ahora entiendo lo que decían aquellos alocados.
No recordaba la magia de Madrid en septiembre: la gente que anda sabiendo a dónde va, los reencuentros en medio de la calle tras el parón estival y los Dry Martini en el Madrid de los excesos, donde aprendí a domar cien desvaríos y robar más de mil besos.
Intento evitar los amores de verano en el tiempo de descuento. Ya sabéis que siempre digo que es más fácil olvidarse de ellos, que cerrar la maleta pero, ¿y si no es así? Ya no hay tiempo, ni Salitre para curar las heridas. Nunca he prometido cumplir todo lo que digo, y tampoco he dicho que se me dé bien aprender las lecciones.
El otro día leía, en un periódico local, que no sé qué pueblo estaba ya colocando las luces de navidad. Y yo digo que no. Que me niego. Que no necesitamos un estímulo tras otro. Y que nos dejen encontrar la belleza en lo pequeño, en lo cotidiano, en el entretiempo. Y disfrutar Madrid, su luz y sus chicas de sonrisas ágiles.
Disfrutar Madrid, porque Madrid siempre pide la penúltima.
¡500 gracias!
Qué barbaridad. La semana pasada le disteis una acogida brutal a Libra. Más de 50.000 visitas entre Twitter y Revue, muchos nuevos miembros de la familia, y muchas sonrisas que me habéis sacado.
Os quiero mucho.
¿Me ayudas a hacer que crezca la familia?
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