No se tira nada
– ¿Esto lo tiro?
Eso fue lo único que dije antes de que me echaran la mirada más desafiante que he recibido jamás.
Estaba yo, pobre niño criado en la ciudad, terminando de desenvainar judías en la casa del pueblo de mi abuela. ‘En el plato pon las judías, en el cuenco, las vainas.’ Cuarenta minutos después (o quince, el tiempo pasa más lento cuando eres un niño), ya he terminado:
– ¿Esto lo tiro?
Su mirada, antes de la respuesta, desafiante y condescendiente:
– Como se nota que estos niños no han vivido una guerra. ¡En esta casa no se tira nada!
Se levanta la matriarca de su silla y me arrebata el cuenco donde estaban las causantes de mi deshonra. La sigo hasta la cocina.
En los fogones una olla con agua que casi hierve y un cuenco con el espinal de una gallina que yo también habría tirado, siendo víctima de mi educación urbanita.
Parafraseando a Marta D. Riezu: En la despensa de esa casa no había nada que mi abuela no supiera pronunciar.
– ¡A ver cómo te crees que vamos a hacer el caldo!
'El hambre agudiza el ingenio'. Y fue en la Francia del Siglo XIX cuando un general del ejército napoleónico llamado Nicolás Appert se consolidó como uno de los mayores innovadores en técnicas de conservación de alimentos de toda la historia.
Las largas travesías que requerían los soldados forzaba la necesidad de encontrar nuevas formas de mantener los alimentos que llevaban a las expediciones. Concentrar extractos de carne en 15 milímetros y 10 gramos era algo que jamás se había imaginado hasta ese momento.
Dicen que, durante la Prehistoria, solo aquellos que eran capaces de mantener la concentración durante largos períodos de ayuno involuntario, podían sobrevivir. Appert demostró que Darwin tenía algo de razón.
Durante la Guerra Civil la escasez y el hambre eran el día a día de la población civil. Entonces llegó Lluis Carulla, en la Barcelona de 1937, para alimentar una generación que tenía la misión de reconstruir España.
Bajo el nombre de Gallina de Oro, comenzó a fabricar unos cubitos de carne concentrada que permitieron a millones de familias acceder a sopas y cocidos, altamente nutritivos, por tan solo 25 céntimos. Su facilidad de consumo y preparado extendieron su popularidad.
Gallina Blanca (nombre que adquirió Gallina de Oro) fue uno de los grandes pioneros en nuestro país en apostar por la publicidad en grandes medios. En noviembre de 1937, previo a la campaña de Navidad, Gallina Blanca se anunciaba en La Vanguardia a toda página.
'En tiempo de frío, para la comida o la cena, nada mejor que empezar con una gran taza de caldo' 25 céntimos el cubito. Gallina Vieja hace buen caldo, Gallina Blanca lo hace mejor.
El cambio de marca de Avecrem fue en 1954. Sofía Loren promocionó el producto en la Cadena SER (la radio era el medio más popular tras la Segunda Guerra Mundial), durante el programa El Buque fantasma.
La historia de Avecrem está muy ligada a la publicidad. Fue en 1961 cuando presentaron el anuncio Burlesque que le otorgaría la Palma de Oro del Festival de Cine Publicitario de Venecia. Reposicionar tu producto en un segmento de mayor valor añadido utilizando dibujos animados.
El modernismo nos diría que el buen diseño es austero y sobrio. El mediterráneo, que el buen diseño alimenta y embriaga. Y mi abuela, que vivió la postguerra desde el Mediterráneo, dice que, para tener el corazón alimentado, en su casa No se tira nada.