– ¿Esto lo tiro?Eso fue lo único que dije antes de que me echaran la mirada más desafiante que he recibido jamás.Estaba yo, pobre niño criado en la ciudad, terminando de desenvainar judías en la casa del pueblo de mi abuela. 'En el plato pon las judías, en el cuenco, las vainas.' Cuarenta minutos después (o quince, el tiempo pasa más lento cuando eres un niño), ya he terminado:– ¿Esto lo tiro?Su mirada, antes de la respuesta, desafiante y condescendiente:– Como se nota que estos niños no han vivido una guerra. ¡En esta casa no se tira nada!Se levanta la matriarca de su silla y me arrebata el cuenco donde estaban las causantes de mi deshonra. La sigo hasta la cocina.En los fogones una olla con agua que casi hierve y un cuenco con el espinal de una gallina que yo también habría tirado, siendo víctima de mi educación urbanita.Parafraseando a Marta D. Riezu: En la despensa de esa casa no había nada que mi abuela no supiera pronunciar.– ¡A ver cómo te crees que vamos a hacer el caldo!
No se tira nada
No se tira nada
No se tira nada
– ¿Esto lo tiro?Eso fue lo único que dije antes de que me echaran la mirada más desafiante que he recibido jamás.Estaba yo, pobre niño criado en la ciudad, terminando de desenvainar judías en la casa del pueblo de mi abuela. 'En el plato pon las judías, en el cuenco, las vainas.' Cuarenta minutos después (o quince, el tiempo pasa más lento cuando eres un niño), ya he terminado:– ¿Esto lo tiro?Su mirada, antes de la respuesta, desafiante y condescendiente:– Como se nota que estos niños no han vivido una guerra. ¡En esta casa no se tira nada!Se levanta la matriarca de su silla y me arrebata el cuenco donde estaban las causantes de mi deshonra. La sigo hasta la cocina.En los fogones una olla con agua que casi hierve y un cuenco con el espinal de una gallina que yo también habría tirado, siendo víctima de mi educación urbanita.Parafraseando a Marta D. Riezu: En la despensa de esa casa no había nada que mi abuela no supiera pronunciar.– ¡A ver cómo te crees que vamos a hacer el caldo!