

Discover more from Libra
Para que no te manches
Ir a hacer la compra con mi padre es algo que siempre me ha gustado. Mi padre, en lo que a comprar se refiere, es lo contrario a mi madre. Ella compra poco pero bueno. Él compra mucho pero bueno. Dicen que a una persona se la enamora por el estómago, será por eso que les quiero tanto.
Una de las mejores cosas de ir al super siendo un niño es meterte dentro el carro. ¿Que las rejillas de metal son más incómodas que un demonio? Puede ser, pero que pasear por el pasillo de las galletas a lomos de un caballo de metal es toda una aventura. Uno se encuentra hasta Dinosaurios ®.
Ya sabéis que yo siempre he sido alto, así que a los 5 años ya no me dejaban subir, porque entonces no cabía la compra. Estoy completamente seguro de que esa es la causa de mi habilidad para ir metiendo cosas en el carro sobre la marcha. Mi madre es, siempre lo ha sido, un muro. “¡Mamá galletas principe! No.” “¡Mamá Champín! No” “¡Mamá brócoli! No… ¿Eh? ¿Cómo?”
Ya en la caja para pagar, un estante de plástico. Colorido y reluciente. Para mi yo infantil el Empire State era eso. Lo miro. Miro a mi madre con cara de súplica. Mi madre me mira, y mira el estante. “Pon también un Chupa-Chups”
La historia de Chupa-Chups empieza en la Barcelona de 1950. Enric Bernat, nieto del reconocido confitero Josep Bernat decide elaborar peladillas. Con sus negocios viento en popa, a toda vela, decide estudiar los hábitos de consumo de los dulces en España.
El estudio le mostró dos aspectos muy interesantes:
El 67% de los consumidores eran menores de 16 años;
y que los niños se ensuciaban las manos cuando se sacaban el caramelo de la boca.
Así que su cabeza empezó a imaginar cómo sería comer un caramelo con cuchillo y tenedor.
Ya en 1958 lanzan el primer caramelo con un palo. Decidieron llamarlo Gol, por su parecido con un balón de fútbol entrando en la portería (la boca del niño). Dos años después pasaron a llamarse Chups.
Fue el éxito de la canción que lanzaron en 1963 "Chupa un Chups" la que provocó el cambio de nombre al que todos conocemos
El anuncio "Niña" es de lo mejor que he visto en publicidad. Sobre todo teniendo en cuenta que es de 1967, y la publicidad aún estaba en pañales en España. Ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La niña, Esther Guerrero, fue toda una sensación.
Aquí tenéis un reportaje a doble página sobre la niña y el anuncio en el festival de Cannes que me ha parecido fantástico.
Pero lo más fascinante de Chupa-Chups es, sin lugar a dudas, su envoltorio. En 1968 Eric Bernat marchó a Figueras - donde Dalí tenía su residencia - para encargar el diseño de una nueva imagen para sus caramelos.
Salvador Dalí adaptó el rojo de la tipografía y la rodeó de una margarita, creando el logotipo que conocemos actualmente. Dalí no se quedó ahí e hizo que los envoltorios recordaran de alguna manera también a una flor con su tallo (el palo) incluido.
Dice Miguel Milá que la belleza que nace, casi involuntariamente, de la sencillez es el diseño permanentemente. Diseño que dura, que cala y que impregna. Diseño que endulza y que memora. Diseño para que no te manches.
Antes de continuar con la segunda parte de Libra, recuerda lo que te decía tu abuela: "haz el favor de compartir con tus hermanos". Hazle caso, muchacho. Comparte esta historia con tus hermanos.
Andar tocando timbres
Por lo general soy bastante sinvergüenza. En el sentido literal de la palabra. No soy una persona a la que le dé reparo... qué se yo, hablar en público o relacionarse con desconocidos. También os digo que me ha ayudado mucho hacer la mili: ser adolescente de casi dos metros y tener el pelo como una zanahoria me han curtido sobremanera. Me tengo que ver en una situación muy límite para pasar verdadera vergüenza.
Hay tres momentos en mi vida en los que la pasé. Tanta que aún los recuerdo.
Hubo una época, cuando era un niño, en la que nos dio por tocar timbres y salir corriendo. Puede parecer una chiquillada sin importancia, pero hay que ser muy retorcido para hacer levantarse del sillón a un pobre señor que solo quiere disfrutar de su tarde con Sergio Leone y Henry Fonda.
Una vez, andando con mi madre por la calle, toqué un timbre. No sé por qué lo hice delante de ella. Me arrepentí nada más hacerlo. No por el hecho de molestar a la señora que abriría la puerta, eso me daba igual, sino por hacerlo delante de mi madre. Tras el "¿¡Se puede saber qué haces!?" de mi madre, vino un "Ahora te vas a quedar ahí y, cuando abra la puerta, le vas a decir: He tocado a la puerta porque soy un maleducado". No he rezado nunca tan rápido como aquella vez, para que no hubiera nadie en la casa.
Abrió. Lo dije. Puntos y comas incluidos. Con la cabeza gacha, eso sí. La mujer miró a mi madre y sonrió con complicidad.
La segunda ocasión fue en la playa. Mi madre y la de un amigo habían quedado para que nosotros pudiéramos jugar. Estando todos dentro del agua abracé a la madre de mi amigo pensando que era la mía. Me sumergí debajo del agua para esconderme. Os sorprendería la capacidad pulmonar de un niño que quiere evitar a toda costa afrontar la realidad.
La última, que es lo que viene a colación con esta carta, fue cuando estaba en segundo de Bachillerato. Mi abuela acababa de fallecer. Yo siempre he sido bastante expresivo, así que se notaba que yo no tenía el moño para farolillos. No recuerdo si fue en el instituto, en un entrenamiento o dónde, pero un profesor pidió a mis compañeros que guardaran un minuto de silencio por la muerte de mi abuela. Ya sabéis que yo no soy de montar escenas, más sabiendo que ese hombre no lo había hecho con mala intención, pero os podéis imaginar cuál fue mi cara de qué está pasando.
Ahí estaba yo, mirando a un punto fijo y notando cómo, de vez en cuando, alguno se giraba para mirarme.
Los días siguientes a tal numerito seguí pensando en lo que había pasado, encendiéndome más cada vez que recordaba la vergüenza que pasé. "¿Pero quién coño se cree que es ese tío para apropiarse de mi pena?". Mi tristeza es mía, y no necesito, ni la pena ni la compasión de quien no se la he pedido.
El otro día leía a un reconocido tuitero decir, desde su palestra, algo así como que se sentía mal por la suerte que tenía, habiendo tanta gente mal en el mundo. No soy de unfollow fácil, pero con este tardé menos de un segundo. Sin compasión, como Enrique VIII con Cromwell.
No me malinterpretéis, cuando un amigo (o siquiera conocido) necesita ayuda soy el primero en acudir. En ocasiones hasta límites de los que luego me arrepiento. Tampoco penséis que soy un ser despiadado carente de empatía,
La compasión y solidaridad calman el alma cuando se toma acción. Dedicar dinero, y sobre todo tiempo, al prójimo es de los actos más entrañables, bondadosos y satisfactorios que hay. Anunciarlo más de una vez es autopropaganda. Hacerlo de boquita es bocachanclismo - se nota que estoy leyendo a Tusquets - y provoca malestar y decandencia a quien no te lo ha pedido. No me gusta, y no quiero gente gris a mi alrededor.
Siempre digo que yo sería ese tipo que le dice a su amigo: "He tenido una semana de mierda. Me han echado del trabajo, me ha dejado aquella chica y he perdido el DNI, pero me he enterado de que te has echado novia. Cuéntame cómo os conocisteis".
Vamos a respirar cuatro días, y no tengo ninguna intención de pasar uno solo con tristezas que no me pertenecen, con culpas que no tengo y con banderas que no me tapan por la noche. Mucho menos transmitir negatividad a terceros. Alegría, luz y jovialidad es lo que quiero. Ahora que están de moda las cámaras de eco, ponme dos de esas, gracias. ¿Aceptan American Express?
Quiero gente como aquella señora, que miraba con ternura a un niño avergonzado; que no mostró ni un ápice de rencor después de molestarle la siesta; y que fue cómplice aliada tras la bronca de mi madre por andar tocando timbres.