Vivir sin literatura
Hoy me gustaría empezar recordando un pequeño párrafo de Jean Giraud que leí hace unas semanas. Decía así.
(…) Basta con instalarse con un lápiz y un papel en una mesa, y después dejar que el placer comience. Puede ser penoso, los pensamientos pueden llegar como si estuvieran envueltas de niebla. Cuando dibujas, cuando escribes, la que trabaja es la memoria. A partir de este material liberado por la memoria, se manifiesta una especie de sensibilización a la imagen y a la literatura, después, una corriente que pasa por la mano, el ojo y, que, de un sólo golpe, provoca una emoción. He aquí lo que guía la emoción y que se siente viendo un dibujo o leyendo un texto. De hecho, es la emoción que deja rastro.
Hola, soy @heypauet, diseñador y emprendedor, actualmente enBlockeniza. Bienvenido a Libra, una carta semanal donde diseño y humanismo se encuentran a ambos lados de la balanza.
El lápiz es una commodity. Los compramos todos del mismo color para que estén ordenaditos, al principio del curso. Les sacamos punta cuidadosamente, y los dejamos rectos encima del escritorio. Hay un instante que no sabemos identificar, en el que los lápices empiezan a aparecer hasta debajo del sofá. En cuestión de un par de días se hace el caos. Un Armageddon para la pulcritud oficinista.
Supongo que con los lápices pasa como con los propósitos de año nuevo. Somos demasiado ingenuos y optimistas como para pensar que nuestra buena voluntad es suficiente para vencer la naturaleza humana.
El lápiz ayudó a impulsar el Renacimiento al dar a la gente común una forma de anotar el conocimiento. Antes del lápiz, sólo existía la pluma. Pero el descubrimiento del grafito cambió el mundo para siempre. Dimos movimiento al pensamiento, ahora podíamos escribir allá donde fuéramos, como hizo Olivetti con la máquina de escribir, o el smartphone con el email, siglos después
El grafito llegó a ser uno de los mayores descubrimientos de la Edad Moderna, pero había un problema: manchaba las manos, y eso trajo de cabeza a ingenieros de todo el mundo
Fue en 1565, cuando Conrad Gessner concibió una barra de grafito encerrada en madera, y la idea, que hoy en día nos parece obvia, hizo explotar la mente a todo el mundo.
Originalmente, un lápiz era una pequeña varilla de grafito encerrada en madera. Los mejores lápices iban "al natural" y sin barnizar para mostrar sus hermosas astillas.
Con el tiempo (como siempre pasa), el lápiz comenzó a perder ese halo de sofisticación, intelectualidad, y practicidad renacentista. El lápiz ya no era emocionante.
Todo eso cambió en el París de 1889 (justo dos años después de la llegada de la Torre Eiffel), durante la Exposición Universal. La feria sería todo un éxito y el lápiz volvió a estar en boca de todos.
Koh-I-Noor-Hardtmuth era una empresa (de lo que era entonces Austria-Hungría,) reconocida por su potencia en el sector del lujo y el arte de alta calidad.
El equipo de diseño de Koh-I-Noor-Hardtmuth se propuso un reto: reinventar el lápiz y devolverle el halo de intelectualidad, sofisticación y lujo. Lo conseguiría, ¡vaya si lo conseguiría!
Un lápiz de lujo no podía ser marrón. El marrón es el color natural de la madera. Un lápiz marrón daba la sensación de que no había sido tratado industrialmente, de que se había decidido "dejar así" como estrategia económica de reducción de costes. Así que dedicaron tiempo y reflexión a la selección del color perfecto para su lápiz: el amarillo intenso y brillante.
Dicen los historiadores y, posiblemente, dos justificaciones detrás de esta decisión:
En primer lugar, el grafito de mayor calidad procedía de China, y en esta cultura, el amarillo era un color de prestigio, a menudo asociado con la realeza.
El lápiz se llamó "Koh-I-Noor Series 1500", tomando el nombre de la empresa que lo producía, y del diamante más grande de la historia en esos momentos. Un diamante de 105 quilates que llevaría la Reina de Inglaterra. El diamante estaba salpicado con color... exacto, amarillo
Como en la anterior ocasión, fue el tiempo el ladrón de halos. Hoy en día, los lápices amarillos han perdido esa elegancia y lujo que desprendían en sus primeros años.
Los lápices son vulgares, corrientes... commodities, al fin y al cabo. Pero lo que no lo es, es lo que implican. Un lápiz es escribir, dibujar, anotar, idear. El lápiz es a la vida, lo que el salero a la sal. Por sí solo no sorprende, pero, sin él, tendríamos que vivir sin literatura.
Negar el placer
Yo fui adolescente en la época en la que las universidades eran idolatradas. El cine vulgar americano se encargó de enaltecer las expectativas de lo que se conoce por "la vida universitaria". Uno veía las horteradas llenas de caspa de American Pie, y no veía el momento de empezar esa etapa llena de fiestas, amigos y sexo mal entendido.
Cuando comencé la universidad me metí entre ceja y ceja exprimir al máximo esa experiencia. Una de las vías (entre otras muchas) para conseguir mi objetivo, fue comenzar a involucrarme en la representación estudiantil. En esa aventura, tuve la gran suerte de representar a los alumnos de España de la rama de economía y empresa en foros nacionales e internacionales.
Os podéis imaginar, para un chaval de pueblo costero, conocer estudiantes de toda España era lo más, y las semanas enteras que duraban los congresos se convertían, finalmente, en el lugar donde reencontrarte con amigos de Extremadura, Cádiz, Madrid, La Rioja, y cada rincón de todo el país. Recuerdo con cariño aquellos días.
Cuando hace unas semanas decidimos ir al South Summit, sentí algo parecido al primer encuentro que fui como representante de estudiantes: los nervios (qué idiota) por ver lo que nos íbamos a encontrar, sentir que eres el nuevo en un sitio donde todos se conocen de otras ediciones, y saber que estás rodeado de gente, probablemente, mucho más inteligente que tú.
Hay quien dice que el South Summit es la culminación del postureo emprendedor. Probablemente, al igual que pasa con los congresos de representación estudiantil, haya un poco de verdad en eso. Pero para nosotros lo que ha implicado es una semana frenética donde la labor de ventas se multiplica por 3, mientras tienes que mantener funcionando el resto de las operaciones. Trabajar hasta tarde, comer a destiempo, no entrenar... (Sweesh, we're moving fast).
No estaba seguro de que esta edición fuera a llegar, pero el lápiz es mi placer, y yo, como buen hedonista siempre he sido de abrazarme a ellos.
¿Me ayudas a hacer que la familia crezca?
Decía mi madre que lo que te hace bien, es mejor si es compartido. Si te ha gustado, compártelo con esa persona que sabes que le encantará esta carta.