Cuenta la leyenda que en un lugar de la cuenca mediterránea, hace muchos, muchos años, un Rey se enamoró perdidamente de una princesa escandinava. La princesa, que tenía un gran arraigo a su tierra natal, rechazaba una y otra vez al apuesto rey, pues decía que en su tierra no encontraría la amabilidad de su pueblo, ni podría disfrutar de sus bellos paisajes siempre adornados con la blanca nieve invernal.El rey, desesperado por ver a la princesa rechazarle en tantas ocasiones, y maldiciendo al Mediterráneo por no darle frío en invierno, tuvo la idea de plantar por todos sus territorios, alrededor del castillo, miles de almendros. De este modo, cuando los almendros florecieran, sembrarían el paisaje de tonalidades blancas, de tal modo que todo pareciera nevado.Cuando la princesa vio el gesto que tan apuesto caballero había hecho por ella, quedó maravillada, y ambos se casaron para felicidad de todo el reino. Los habitantes de Jijona, a partir de ese momento, aprendieron a recoger los frutos de los almendros y a tratarlos, elaborando así un manjar tan dulce, como el cariño que se tenían los dos enamorados.
Las almendras más dulces del reino
Las almendras más dulces del reino
Las almendras más dulces del reino
Cuenta la leyenda que en un lugar de la cuenca mediterránea, hace muchos, muchos años, un Rey se enamoró perdidamente de una princesa escandinava. La princesa, que tenía un gran arraigo a su tierra natal, rechazaba una y otra vez al apuesto rey, pues decía que en su tierra no encontraría la amabilidad de su pueblo, ni podría disfrutar de sus bellos paisajes siempre adornados con la blanca nieve invernal.El rey, desesperado por ver a la princesa rechazarle en tantas ocasiones, y maldiciendo al Mediterráneo por no darle frío en invierno, tuvo la idea de plantar por todos sus territorios, alrededor del castillo, miles de almendros. De este modo, cuando los almendros florecieran, sembrarían el paisaje de tonalidades blancas, de tal modo que todo pareciera nevado.Cuando la princesa vio el gesto que tan apuesto caballero había hecho por ella, quedó maravillada, y ambos se casaron para felicidad de todo el reino. Los habitantes de Jijona, a partir de ese momento, aprendieron a recoger los frutos de los almendros y a tratarlos, elaborando así un manjar tan dulce, como el cariño que se tenían los dos enamorados.