'Se aprende en la escuela, se olvida en la guerra. Un niño te vuelve a enseñar.'Si queréis aprender como legislar con sentido y responsabilidad, observad a un niño jugar al pilla-pilla:En el centro de la plaza del pueblo hay una cumbre de ocho niños decidiendo quién arrancará el juego portando la peste. Entre todas las miradas infantiles, es imposible no percibir el miedo en los ojos del niño gordito, pues sabe que si comienza pillando él, le será complicado deshacerse de la posición de persecutor y permitir que el juego entre en dinámica.No han hecho falta más de diez segundos para que aparezca Darío, el niño más rápido de la pandilla, ofreciéndose para ser el primero en pillar, no sin algo de inocente condescendencia. El verdadero salvador.En un determinado instante se percibe la tensión. Darío está a punto de tocar la espalda de otro niño. El primero corre en línea recta con la espalda algo encorvada y con cara de circunstancias. Estira el brazo y, al tocar la fuente del pueblo grita con todas sus fuerzas.– ¡¡¡CASA!!!– ¡No, no, te he tocado! – replica el otro. Empieza el juicio– ¡No me puedes pillar que estoy en casa! – Está legislando en medio de un juicio. Sí señor.En ese punto aparece el jurado, que no son otros que el resto de niños que estaban atentos a la jugada. En este punto es muy probable que la balanza se incline hacia el lado del menos privilegiado (en este caso el menos veloz), o del niño que mejor caiga entre el resto del grupo.– ¡Estaba en casa, porque la fuente siempre es casa! – Han utilizado la jurisprudencia. Los jueces se han pronunciado.
Tocar casa
Tocar casa
Tocar casa
'Se aprende en la escuela, se olvida en la guerra. Un niño te vuelve a enseñar.'Si queréis aprender como legislar con sentido y responsabilidad, observad a un niño jugar al pilla-pilla:En el centro de la plaza del pueblo hay una cumbre de ocho niños decidiendo quién arrancará el juego portando la peste. Entre todas las miradas infantiles, es imposible no percibir el miedo en los ojos del niño gordito, pues sabe que si comienza pillando él, le será complicado deshacerse de la posición de persecutor y permitir que el juego entre en dinámica.No han hecho falta más de diez segundos para que aparezca Darío, el niño más rápido de la pandilla, ofreciéndose para ser el primero en pillar, no sin algo de inocente condescendencia. El verdadero salvador.En un determinado instante se percibe la tensión. Darío está a punto de tocar la espalda de otro niño. El primero corre en línea recta con la espalda algo encorvada y con cara de circunstancias. Estira el brazo y, al tocar la fuente del pueblo grita con todas sus fuerzas.– ¡¡¡CASA!!!– ¡No, no, te he tocado! – replica el otro. Empieza el juicio– ¡No me puedes pillar que estoy en casa! – Está legislando en medio de un juicio. Sí señor.En ese punto aparece el jurado, que no son otros que el resto de niños que estaban atentos a la jugada. En este punto es muy probable que la balanza se incline hacia el lado del menos privilegiado (en este caso el menos veloz), o del niño que mejor caiga entre el resto del grupo.– ¡Estaba en casa, porque la fuente siempre es casa! – Han utilizado la jurisprudencia. Los jueces se han pronunciado.